miércoles, 11 de julio de 2007

UNA RECETA... EN SERIE...

Hoy he vuelto al rincón de Sant Andreu a por otro ajoblanco. Debo reconocer que esta vez tan sólo he podido con media ración del plato ya que, todo y que considero que sé llevar el perfume del ajo durante todo un día sin sufrir rechazo humano, no logro quemar tanta proteína de almendra cruda por muchos paseos que me dé. Tal que de la radio se tratara y siendo mi blog como es… ¿puedo saludar? saludo entonces desde aquí al encanto que forman todas las camareras del Versalles sin el cual mis digestiones ya no serían el esperado episodio semanal que me he puesto de dieta, sino que se trataría de un simple comer y un torpe escribir. Por cierto, hablando de episodios, reconozco mi torpeza para toda ficción que sea una serialidad tal y como puede ser una serie televisiva o cinematográfica pero, a la vez, reconozco… ¡¡¡ESTAR TOTALMENTE RENDIDO CON LAS SERIES “LOS SOPRANO” Y “NIP/TUCK”!!! La primera me enseñó que la “familia”, entendida como mafia, está un grado más cerca de la altura del suelo que aquélla que nos enseñó “Goodfellas” y por tanto dos grados más de la de “El Padrino”. Es decir, si Coppola nos mostró al don como Dios (de ahí que su tercera entrega transcurra en el Vaticano) y Scorsese nos lo entregó en un grado inferior como si de un juego se tratara, David Chase desmitifica la mafia dibujándonos a un Tony Soprano tal que cualquier vecino de a pie con los problemas cotidianos con los cuales a veces uno no puede seguir y acaba desmayándose por la presión.



La serialidad en cualquiera de estas historias aparece desde el momento en que la ficción se fragmenta en el tiempo y hay que esperar para poder seguir la continuidad del relato. Un ejemplo cinematográfico sería “El Señor de los Anillos”, de cuya obra diría lo que una vez dijo Terenci Moix acerca del atractivo de sus personajes: ni comen, ni beben, ni fuman, ni fornican, con lo que logran evadirte ya no de la realidad, sino de ti mismo. A mí no ha llegado a desagradarme esa trilogía, pero Kevin Smith en “Clerks II” me remató la faena cuando dijo una gran verdad: “es una peli de gente que… ¡camina!”.



En el caso de “Nip/Tuck”, tan sólo digo que todo personaje nuevo que entra en la serie acaba en la camilla de los dos cirujanos protagonistas o bien en la cama de alguno de ellos, todo siempre con la justa dosis de morbo en forma de adulterio, prostitución, bisexualidad, tráfico de drogas en bellos cuerpos, robo de órganos en cuerpos menos bellos, o hijos pródigos con estereotipia. La verdad es que ambas familias se parecen, tan sólo se diferencian en el hecho de que en Los Sopranos comen y comen y en Nip/Tuck… eeeh… copulan y no comen... y siguen sin comer... y siguen... en fin...



Yo propongo una receta de pasta para los primeros y para aquellos que… bueno, mejor leerla y decidir el cómo, el cuándo y, sobre todo, el porqué. Recomendable para un día de vendetta, ya sea porque uno vaya a ser el verdugo o bien la víctima, pero sólo será posible disfrutar de la elaboración del plato con los siguientes ingredientes. Necesitaremos 500 gramos de spaghetti, preferiblemente de la marca De Cecco, es decir, de sémola dura y sin huevo; una hamburguesa de ternera por comensal (prefiero este término al de “por cabeza”, dadas las circunstancias en las que nos vemos, puesto que aquél que va a disfrutar del plato puede ser disparado en la misma); contaremos las cabezas de nuevo para cada unidad de cebolla grande; y finalmente agua, laurel, albahaca y vino tinto. Picaremos la cebolla con tesón, ayudándonos del sentimiento de odio hacia la víctima a retirar. La echaremos en una olla con aceite caliente tal y como haremos con el cadáver una vez ejecutado. Salamos la cebolla, que no al pobre desgraciado asesinado.
Pondremos a hervir una olla mayor con abundante agua y sal. Trocearemos las hamburguesas en pequeñas partes con el mismo esmero que hicimos en el primer paso. Movemos la cebolla para que no se nos pegue y, a la vez, hagamos un cierto espacio para la carne (esto ayuda mucho a meditar acerca de qué hacer más adelante con el fiambre del maletero, siempre, insito, si el sicario es el que lee estas letras y quien acabará cocinando). Echamos la carne y removemos.
Añadiremos toda la salsa de tomate junto con el laurel y la albahaca. De igual forma que es recomendable la “polpa di pomodoro” de la misma marca De Cecco, también lo es el echarla con mucho cuidado de salpicarse en la ropa puesto que, sería una lástima medir cada milímetro del asesinato y acabar con una delatadora mancha de rojo tomate sobre el traje. Además de ser una torpeza, estaríamos dentro de uno de los tópicos mafiosos más manidos desde los Borgia.



Ponemos a cocer la salsa. Cualquier “nonna” de Rossellini diría que tarda el tiempo que dura el rezo de un avemaría, yo aseguro que al “dente” se llega tras la preparación de un Dry Martini. Mezclamos la pasta con la salsa y dejamos que esa cocción que le faltaba a la primera, la logre unida a la segunda, haciendo de la unión de ambas una cópula sin parangón.



Tal y como hacen los italo-americanos de Nueva York y de Nueva Jersey, nos hacemos con el plato con un solo tenedor, sin cuchara.
Lo dicho: antes de salir a liquidar a aquél que lo merece… ¡¡porque lo merece!! hay que cargar el arma y los hidratos de carbono. Creo que esta receta y su plato sería una de las mejores ofertas. De hecho, ya lo dijo don Corleone: “Le hice una oferta que no pudo rechazar…” Salute!