sábado, 15 de diciembre de 2007

PREFIERO A LIZA

Ayer viernes finalmente pude ver el musical Cabaret en el teatro Apolo de Barcelona. Digo finalmente porque el ir al teatro me cuesta ya que, si ya en el cine es difícil llegar y sentarse a ver la obra en cuestión, más lo es cuando uno viene ya sentado. No debo obviar que otra de las razones es el precio de la entrada… imposible olvidarlo tratándose de la obra Cabaret, cuyo repertorio tiene en una de sus canciones más célebres: “Money!”








No era la primera vez que veía la obra, pero aun así, valió la pena. La primera vez fue hace unos años en Madrid, donde Natalia Millán interpretaba a Sally Bowles y Asier Etxandía al maestro de ceremonias; ayer me tocó a Marta Ribera y a un espléndido Víctor González respectivamente; además, la versión teatral viene directamente de Broadway de la mano nada más y nada menos que de Rob Marshall y Sam Mendes, y… Pero bueno, ¿esto qué es? me releo y veo que me acabo quedando pegado a la típica-crítica-esdrújula que no hace más que manosear a los fantásticos artistas que ya saben cada noche lo bien, lo correcto o lo genial que han estado. Insisto en que todos ellos me enamoraron –en especial, repito, Natalia Millán entonces y Víctor González anoche- pero, lo verdaderamente relevante es que mientras yo anoche sufría por ver a la Sally Bowles de Marta Ribera por si se caía de la enorme silla en la que interpreta “No se lo digan a Mami”, aquella Liza Minelli que de Sally tan sólo le debe quedar más que un rápido trago de ginebra y algún torpe mohín, se cayó en un escenario de Estocolmo.





Ella es mayorcita y ya no depende de sus padres, en especial de su madre, afortunadamente, pero personalmente a mí siempre me ha dado una especial ternura. Tal vez posee algo de esas mutaciones que han llegado a desarrollar algunos actores, mediante las cuales el personaje y la persona se funden dando una nueva personalidad. Fue el caso de Johnny Weissmuler, el de Bela Lugosi y, según las malas lenguas, el de Raymond Hoffmann dentro de Dustin Babbit (¡otra tijera, demonios! ¡¡Dustin Hoffmann!!). Dicen que es algo habitual en los actores del método, que el propio Al Pacino llegó a tener problemas de identidad sexual tras rodar A la caza (por cierto, recuérdeme, señor blog, que tarde o temprano hay que hacer un especial sobre la tenebrosa óptica de William Friedkin). Pero, a lo que iba, tras tanta leyenda acerca del método Stanislavsky, de la escuela de Lee Strasberg de y sus interacciones, el mismo señor Hoffmann dijo hace poco con toda su narizota algo así como que no se trata de otra cosa más que de una serie de ejercicios para calentar la persona y enfriar al personaje y trabajar mejor, sin más.





O Sea, para aquellos artistas como Errol Flynn, W. C. Fields o cualquier Barrymore, el método sería el primer inflama-hígados etiqueta negra que apuntara al techo dispuesto a volcarse sobre la boca. Algo así hay en la actriz que trato en este post. Ella dijo una vez que no se puede demostrar que el alcoholismo sea una cosa genética y hereditaria pero, que ella se hizo unas pruebas con las que se vio que era cierto, que lo tenía escrito en su destino. La verdad, no creo que le hiciera mucha falta pagar por esas pruebas, cualquier psicoanalista (del método, ya puestos) se lo podría haber dicho: madre alcohólica por nacer y criarse en la farándula y padre alcohólico casado con joven y linda promesa para no querer admitir su homosexualidad. Ellas, la homosexualidad y Liza, han llegado a unirse como mitos, tal y como hizo otra fea (de narices, también) con un encanto especial: Barbra Streisand. De hecho, en la película In and Out se hace referencia directa a esas relaciones: Minelli, Streisand, mundo gay y musicales, incluso. Yo personalmente prefiero a Liza que a Barbra; de hecho, con toda la fama que tenía la judía de tener unas manos tan sexys, sin duda son mejores las de de la Minelli. También me gustan mucho los musicales, ante lo cual decidí hacer el test de la cinta que tiene que pasar Kevin Kline en la peli antes citada… No superé la prueba, es decir, me dijo que era un hetero “lizaminellista” pero… ¡¡Dios, cómo disfruté haciéndola!!