En De la inestabilidad del hombre, Montaigne dijo una vez: De los hombres, me creo menos fácilmente la constancia que ninguna otra cosa, y nada con mayor facilidad que la inconstancia. En fin, esta alusión como entrada al post de un blog creo que no hace falta hacer referencia a qué nos enfrentamos. Así es, "tesón" sería el título perfecto para un buen blog. Esto me lleva a hablar -y que conste que esta digresión está pensada para quedar de lo más chulo y que me lean más- de una obra que le dicen maestra por estar muy vinculada a la pintura y por ser el mejor film de la década de los 90 según la Cinemateca de Ontario, hablo de El Sol del Membrillo, de Víctor Erice.
Entre otras muchas cosas, lo que trata principalmente no es otra cosa que el paso del tiempo o, para concretar, el dejar latente el "mira cómo cambian las cosas", o incluso mejor aún: "mira cómo cambio al lado de cosas como un membrillo". No es nada personal, pero la verdad es que hay que dedicarle un tiempo al bicharraco de peli, porque la cosa no tiene desperdicio. El caso es que, de las dos dimensiones que tiene la obra, pictórica y cinematográfica, será en esta última donde se acabará revelando el heroísmo del artista por su capacidad de sacrificio, su afán por llegar al absoluto o bien de hacer eterno un momento del tiempo. Además hay relación con el espacio: un pequeño hueco junto a un árbol del jardín de su casa, ha pasado a ser sagrado por estar enfrentado a la presencia de una enorme ciudad urbana.
Toda esta tela la cuelgo aquí mientras me meso la nuca y la perilla y quedo super-atractivo, pero sobre todo me interesa para hablar del tesón, de la constancia, de mi no-tesón y de mi no-constancia. Tal vez tenga otras muchas... muchísimas cualidades... que se las dejo al blog de mi abuela, pero no han estado cercanas a lo que aquí trato. Este hecho ha sido uno de los temas principales de debate que he gozado con un compañero y amigo en su casa. Me refiero a Javi Pastor y las tabarras que a veces le he dado visitándole. Su casa, como él, tiene zen, paz y armonía. Allí y con él, la velocidad es idónea Idónea me refiero que no hay sobresaltos. Sólo cuando he entrado yo en ella he notado que sus dibujos me miraban de reojo por haber aumentado la velocidad y haber hecho llegar el vértigo... me refiero al del humor, que es el único que mi tacómetro me permite. De todo ello, hace poco apareció una especie de sugerencia mutua mientras ojeábamos un libro de Javier Pagola. Con los libros de este autor verdaderamente no se puede hacer otra cosa que ojearlos o bien cerrarlos y empezar a dibujar. Así, en las antípodas de la concepción con la que se inició El Sol del Membrillo, se empezó una pequeña lámina a partir de la cual debe salir... algo así comooo... eeeh... quilosà? Ni que decir tiene que la tarifa plana de serenidad de la que goza mi colega Javi no choca sino que -espero- se complementa con mi ímpetu esdrújulo con el que voy a salto de mata. Sin duda, algo tiene que salir porque, tal y como el propio Erice defiende acerca de ls putrefacción de los membrillos... Javi, entre tú y yo: o los dibujos o nosotros...